Ya ha pasado el puente y ya no hay excusa para colocar la decoración navideña. Hoy me voy a centrar en los árboles de Navidad.
Existen varias teorías en torno al origen del árbol de Navidad, una de las más extendidas defiende que proviene de los celtas de
Europa central, quienes empleaban árboles para representar a varios
Dioses. Además, coincidiendo con la fecha de la Navidad cristiana
celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol.
Tenía el nombre de Divino Idrasil -Árbol del Universo-, en su copa se
hallaba el cielo y en las raíces profundas se encontraba el infierno.
Según cuenta la leyenda, entre los años 680 y 754, San Bonifacio evangelizador
de Alemania, entendió que era imposible arrancar de raíz esta tradición
pagana, por lo que decidió adaptarla dándole un sentido cristiano. Fue
así como cortó con un hacha un roble que representaba a Odín, y en su
lugar plantó un pino, que por ser perenne simbolizaba
el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas
representaban el pecado original y las velas, la luz de Jesucristo.
Se cree que el primer árbol de Navidad, tal y como lo conocemos en la actualidad, apareció en Alemania en
1605.

La historia cuenta que esta costumbre cobra fuerza y se extiende como
moda cuando la Reina Victoria de Inglaterra para celebrar la Navidad,
hace colocar un árbol en el palacio decorándolo con velitas que hacen
relucir una serie de bellos y finos adornos.
A España lo trajo una mujer de origen ruso que contrajo segundas
nupcias con un aristócrata español, quien trajo la tradición de colocar
un árbol navideño.
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